domingo, 1 de noviembre de 2015

Primer y último día de trabajo

Resulta que me tocó cubrir con un artículo una exposición para la revista de la universidad. Y allí fui con mi padre. Al entrar, les comenté la tarea que me habían encomendado, y una de las trabajadoras me preguntó qué estudiaba. Le gustó lo del doble grado en comunicación y comunicación digital y me planteó la idea de hacer de guía allí. Buscaban a un estudiante que hablase bien y pudiera estar allí dos o tres días a la semana. Necesitaba y necesito dinero para un viaje a Roma en coche estas Navidades, y ni me venía mal ni me podía negar delante de mi padre. Desperdiciar una oportunidad así en sus narices significaba que si me faltaba dinero para el viaje me haría apañármelas yo solo. Así que dije "sí" y quedé en presentarme el martes siguiente para comenzar el aprendizaje.


Aquel martes comí en un parque al salir de la universidad y entré a las cuatro de la tarde. Estuve tomando apuntes mientras me explicaba detenidamente la exposición, apuntes que luego pasé a limpio en casa. Me pidieron que llevase a un compañero de clase porque necesitaban cubrir más horas.

El jueves siguiente, mientras comía en el parque me pregunté qué hacía yo allí, si ni quería ser guía ni me interesaba el tema. Recordé los casos de gente que trabaja de por vida en algo que no le gusta y vive amargado. Pensé que solo era algo temporal y aparté eso de mi cabeza. Dinero para Roma, dinero para el interrail y algo extra para la lista de cosas que quiero comprar. Volví de nuevo a las cuatro para terminar de tomar nota del resto de la exposición. El compañero falló.

Y volví el martes siguiente a resolver dudas. Otros dos candidatos fallaron.

E iba a volver el miércoles para practicar con algún grupo reducido, pero me avisó de que no había gente cuando me quedaban apenas veinte metros para llegar. Me dijo que no me preocupase y que fuese al día siguiente.
"Por lo menos has hecho deporte", me dijo mi padre. Y es que voy en bici hasta al cuarto de baño.

El jueves estuve en la exposición, y le dije que no me veía realmente para hacer la visita con un grupo.

Así que volví el viernes con el candidato más entusiasta, esta vez externo a mi clase. La idea era que yo practicase un par de veces con algún grupo pequeño para el sábado pudiera enfrentarme a grupos más grandes.

Un fallo de organización debido a mi cansancio hizo que recordase que tenía una fiesta esa noche por la que había pagado. Sutilmente, sugerí que sería mejor empezar el domingo directamente habiendo practicado en mi casa.

Y hoy es ese domingo a las 22:18.

Esta mañana me levanté a las ocho y volví a reescribir una de las versiones del guión. Desayuné queso fresco con membrillo, chocolate y mucho té verde con limón frío. No se trata de ninguna dieta, simplemente fue lo que tenía más a mano.

Llegué allí con ganas de esconderme entre una de las estatuas pero sabía que no podía echarme atrás. Me habían avisado que probablemente se me olvidarían muchas cosas las primeras veces, y no pudieron tener más razón. Con tal de no quedarme en silencio me salté media exposición. Al terminar, tenía la boca sequísima. Los nervios.

Uno de ellos fue comprensivo, la otra no tanto, pero siempre desde el cariño. Ella estaba tan nerviosa como yo. Yo era su responsabilidad. Me había elegido y tutelado.

Hice otra guía más, y otra. Tres iban. No terminé de relajarme pero fui añadiendo cierta materia, miraba a la gente a los ojos. Alternaba de ojos de vez en cuando. Hacía preguntas para comprobar si el público se estaba enterando. Varias personas me preguntaron dudas y medianamente me defendí.

Fui a casa a comer en las dos horas de descanso y a la vuelta hice mi última guía. Cuatro.
Eran pocas personas y estuve bastante más tranquilo. No tuve que usar micrófono en ningún momento, cosa que agradecí, y dije muchas cosas que por la mañana había olvidado.

Al terminar, me habló ella seriamente y recitó mis fallos, no en cuanto a contenido sino en cuanto a forma. Me faltaba "actitud", hacer un poco de teatro y llevarme al público, hablar más alto, inspirar autoridad y confianza. Me dijo que si iba a ser capaz de corregir eso de aquí al martes siguiente.
Y le dije que no. Que si tan mal lo hacía no iba a poder hablar así de un momento a otro.
El otro me preguntó mi edad y se sorprendió al saber que aún tenía dieciocho. Lo suficiente para beber alcohol, comprar tabaco o ir a la cárcel pero no para ser un adulto.
Y después de un rato tratando ellos de esquivar la frase, acordamos que no iba a venir más.
Pero todo de buen rollo.

Y por segunda vez en dos semanas me volvieron a ofrecer trabajo en el mismo sitio. El dueño de un puesto de magia buscaba a alguien para sustituirle los fines de semana, a base de hacer trucos frente a los niños para que estos convenzan a sus padres para comprar. Le debí de caer bien. Y me cayó muy bien. Pero le dije que no.
De repente quedarme sin expectativa de trabajar para poder centrarme en los estudios y en mis cosas me había hecho quitarme un gran peso de encima. Y no estaba dispuesto a recuperarlo. Era un trabajo fácil, sí, y de hecho me sé la mayoría de los trucos. Pero debía de trabajar viernes, sábado y domingo, y de nuevo dedicar gran parte de mi tiempo libre a ganarme un puñado de euros, además de estudiar al mismo tiempo.

Moraleja: si no te gusta el trabajo y no te estás muriendo de hambre...
Trabajar estudiando es una mierda.

Ya veré como me las apaño en Roma.

Qué sería del mundo sin el dinero...

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