sábado, 8 de octubre de 2016

La peor acampada de mi vida

Normalmente traigo cosas positivas al blog, pero hoy estoy cansado y me apetece contaros algo sobre la peor acampada de mi vida. Fue desastrosa, pero divertida también. Me remonto al principio:

Tres humanos y un perro iban de camino a Capileira, un pueblecito del sistema Penibético, en la región de la Alpujarra (Granada, Andalucía). Salimos en coche desde Sevilla sobre las 16:00, y tras dos horas al volante aproximadamente, nos adentramos en Córdoba, donde queremos descansar un rato, comer algo y pasear por el centro.
En esto que en una de esas calles céntricas y estrechas el embrague del coche hace "ploc". No sé muy bien como explicaros lo que le pasó. En cosa de 20 segundos tenemos a una moto y un par de coches atrás esperando. Nos bajamos el copiloto (Pierre) y yo y empezamos a empujar el coche por la callecita hasta encontrar un desvío más amplio donde apartarnos. Allí compruebo que el pedal ha muerto definitivamente y llamo a la grúa. Es la primera vez que tengo que hacerlo y no sé qué esperar.

La grúa no cabe en la calle y tiene que venir un todoterreno a remolcarme. Carlos (el otro) y Dina (la pastora alemana) se quedan en Córdoba paseando mientras Pierre y yo nos vamos con la grúa a un taller exprés donde tenemos ciertas posibilidades de que lo arreglen a tiempo y podamos proseguir nuestro viaje, aunque varias personas ya nos habían comentado que si el problema era el cable del embrague estábamos listos.
Cuando llegamos al taller eran las 18:45 o así, y el taller cerraba a las 20:00. Eso añadía un poco de presión al asunto, PEEERO tuvimos suerte y era una pieza tonta que solo había que soldar, y sobre las 19:50 estábamos montados en el coche de nuevo por solo 30€.

Cuando recogimos a Carlos y a Dina serían las 20:30, y decidimos a pesar de este percance visitar la mezquita y pasear un poco por el centro de Córdoba, ya que Pierre, canadiense, quizás no tuviera otra oportunidad de hacerlo.
A las 21:00 estábamos en el coche, camino a Capileira (lo decidimos sobre la marcha, solo sabíamos que queríamos acampar en zona de montaña). 3 horas, decía el GPS.
Al poco tiempo tuvimos que parar en una gasolinera y yo, que conducía, me compré una de esas bebidas energéticas explosivas porque me estaba entrando sueño. No creo que sean muy sanas pero son maravillosas en estas situaciones.

Y bueno, la "última hora" consistía en carreteras zigzagueantes de montaña que tardamos casi el doble en cubrir, ya que era completamente de noche, no había más luces que la de los faros del coche y a la derecha se dibujaba la silueta de una caída de muchos metros.
Cuando aparcamos el coche, Carlos sacó dos grandes tortillas que había cocinado su madre con el propósito del viaje. No dejamos NADA. Preparamos las mochilas y nos lanzamos a la carretera que atravesaba el pueblo, esta vez andando. Estaba todo en silencio. Según vimos en el mapa del pueblo había una especie de bosque de castaños donde hubiera estado genial acampar, pero teníamos sueño, una tienda de campaña por montar y tras explorar un par de terrenos cercanos a la carretera, encontramos un camino de tierra que seguir, donde siempre se encuentra algún sitio donde pasar la noche.

Menos mal que me tomo todo con humor.