jueves, 26 de noviembre de 2015

Sobre el aire 'fresco' que trae la SE-30 por la mañana

¿Conocéis ese olor de la naturaleza despertando al amanecer? Coches, semáforos, acelerones, frenazos, pitidos, atascos... Creo que sí, os suena.

Puente del Cristo de la Expiración a las 8:58 de la mañana, Sevilla.

lunes, 23 de noviembre de 2015

7 inventos útiles del cine que ojalá existieran realmente

El cine a menudo crea cosas que nos encantaría disfrutar en nuestro día a día. Todos hemos soñado alguna vez con tener algún superpoder... y quien diga que no, miente. Pero no solo superpoderes, sino también objetos con ciertas características especiales. Obviando la varita mágica, que quizás haga un poco de todo, he aquí los siete objetos que más me gustan resumidos en un gif:


La brújula de Jack Sparrow, cortesía de Piratas del Caribe.

 
Una brújula que señala lo que más quieres o buscas en ese momento. Localizar las llaves cuando las pierdes, saber hacia donde dirigirte cuando vuelves tras una fiesta, encontrar la sección del supermercado en la que venden tus patatas fritas preferidas... ¿no suena apetecible?

sábado, 21 de noviembre de 2015

Historias de un internado de verano

Durante el largo verano de 2014 pasé dos meses interno en un colegio -cuyo nombre no quiero mencionar- debido a mis seis asignaturas pendientes en segundo de bachillerato. A mi favor diré que andaba despistado y tras esos dos meses de trabajo pude recuperarlas todas, pasar selectividad y entrar en la universidad. Salió de mí ingresar como interno; mis padres en ningún momento me obligaron. Yo sabía que era la única opción para pasar a la universidad sin haber repetido curso nunca. Allí se estudiaba, sí, pero para aprobar tenías que querer hacerlo. No todos estaban allí por voluntad propia ni con el ánimo de estudiar, y varios no llegaron al último día de clases, bien fueran expulsados o desertores.

Salíamos los viernes y entrábamos los domingos. Había días duros y días como el pan de hace una semana. Muchas veces lo único que podía pensar uno era agujerear la pared a puñetazos. Al terminar las clases -que al ser pocos estaban muy controladas-, comíamos, hacíamos una pausa y luego íbamos a la sala de estudio dos o tres horas, si no me equivoco. En esa sala no se podía comer, hablar, mascar chicle o dormir. Los móviles no estaban permitidos hasta que llegábamos a nuestras habitaciones. Tampoco se podían llevar camisetas, sudaderas, camisas, vaqueros, bambas o deportivas durante las clases. Solo náuticos/castellanos combinados con un pantalón beige y un polo sin dibujos, relieves ni marcas. Fumar suponía la expulsión temporal o permanente, según lo fumado y la repetición del delito. Había horas muy concretas para levantarse, desayunar, comer, cenar, entrar en el cuarto y apagar la luz. Yo, por obra y gracia de mis progenitores (que no les culpo), no tenía móvil ni antes ni después de las clases, y estaba incomunicado con el mundo exterior salvo esas veces que revisaba twitter desde algún ordenador.

domingo, 1 de noviembre de 2015

Primer y último día de trabajo

Resulta que me tocó cubrir con un artículo una exposición para la revista de la universidad. Y allí fui con mi padre. Al entrar, les comenté la tarea que me habían encomendado, y una de las trabajadoras me preguntó qué estudiaba. Le gustó lo del doble grado en comunicación y comunicación digital y me planteó la idea de hacer de guía allí. Buscaban a un estudiante que hablase bien y pudiera estar allí dos o tres días a la semana. Necesitaba y necesito dinero para un viaje a Roma en coche estas Navidades, y ni me venía mal ni me podía negar delante de mi padre. Desperdiciar una oportunidad así en sus narices significaba que si me faltaba dinero para el viaje me haría apañármelas yo solo. Así que dije "sí" y quedé en presentarme el martes siguiente para comenzar el aprendizaje.