La luz del sol, la energía solar, da para hablar. El sol es una fuente de energía infinita (y digo infinita, porque el día que se agote, o nos largamos del planeta Tierra, o no lo contamos) y cualquiera puede disponer de ella. En ciertos países, los techos de los edificios sólo pueden tener placas solares o espacios verdes, obligado por ley. ¿Por qué en España no? He aquí el problema: porque ese discreto aumento anual en la factura de la luz va destinado a pagar una deuda multimillonaria que adquirieron las eléctricas hace tiempo. Y si cada uno se dedica a producir su propia energía eléctrica, tendrán problemas.
Hasta hace poco, la norma era: o te desvinculas por completo de la red eléctrica, o pagas 0,075 euros por cada kWh que obtengas de la luz del sol. A la baja, los hogares españoles gastan de media unos 3.000 kWh al año. La cuenta es simple: 225 euros anuales por energía que has producido tú mismo. Esto me recuerda a la española que vendía parcelas de sol en ebay.
Ahora, en un nuevo boceto del decreto de autoconsumo energético, cuando se está conectado a la red se plantea: regalar la energía autoproducida sobrante a la misma y seguir pagando los mismos impuestos.
Queda patente entonces que no hay ánimo por parte de las eléctricas ni del Estado de echar una mano a los ciudadanos de a pie que quieren buscar alternativas eficientes económicamente (según los cálculos de Xataka, en 25 años se ahorrarían unos 9.000 euros), ecosustentables (se evitaría la construcción de presas que modifican los ecosistemas y ponen en peligro a muchas especies, se reduciría el uso de energías no renovables, y un largo etc.) y autosuficientes (sabéis lo que significa).
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