sábado, 5 de noviembre de 2016

Odiseas sobre un Seat Ibiza

Hoy escribo sobre el Seat Ibiza de mi madre, un pequeño bólido que gasta poco combustible y tiene ya 16 años, si no me equivoco. En mi último periplo le sumé 1.300 kilómetros en un fin de semana. Y bueno, se lo tuvo que llevar la grúa. Pero tiempo al tiempo, voy a empezar con el primer problema que tuve con el amigo Ibiza.

Yeims, Facu, Camilo, Marta y Andrea, el equipo Coyote.

 

Con la "L". Primera excursión en coche

Llevaría yo menos de dos meses con el carnet, llevaba la "L" en el cristal trasero e iba con tres amigos hacia Isla Mínima, en busca de los paisajes de la película de Alberto Rodríguez. El camino era de gravilla fina y muy liso, por lo que sin apenas darme cuenta, iba a 80 km/h en un terreno propenso a los derrapes. Espero que mi madre no lea esto. Normalmente cuando veía una curva dejaba que el coche frenase poco a poco con el motor y la tomaba con suavidad. El caso es que hubo una que no vi, a la izquierda, y tuve que pegar un volantazo para no acabar con el coche en un arrozal bastante tupido. Y a lo Fast and furious, las cuatro ruedas se disputaban entre ellas el primer puesto. Iba de lado hacia la barrera de piedra que nos protegía de una caída de un par de metros a un canal seco. Entonces pegué otro volantazo y me fui de lado hacia la barrera de piedra que cubría la otra cara del puente. Ahí ya no recuerdo lo que hice pero debí de pasar bastante cerca. Cuando vi superado el obstáculo tiré del freno de mano y pisé el pedal a la vez. Y frenamos, a un metro salirnos de la carretera y volcar el coche. Dio la casualidad de que habíamos puesto una GoPro a grabar poco antes, así que os dejo el vídeo:

 

El depósito está seco

La siguiente experiencia no supuso un peligro de muerte, ni mucho menos, pero sí que fue una jodienda a la hora de empezar un viaje. Facu, Camilo, Dina[saurio] y yo teníamos la idea de pasar varios días acampando en diferentes playas de Portugal. Fue montarnos en el coche, arrancar, darle medio metro marcha atrás y volverse a apagar. Mi madre me lo había dejado seco de gasolina. Fui al taller al que suelo ir, a un par de calles de mi casa y le pregunté si tenía algo de combustible, que estaba el coche muerto. Me dijo que no tenía pero me dio una garrafa para que fuese a una gasolinera. Allí fuimos los cuatro, y al llegar nos dijeron que no podían venderme gasolina en una garrafa. La garrafa era sólida, tenía un asa y su tapón para cerrarse. No, no valía. Tuve que comprar la bolsa reglamentaria allí. Si alguna vez la habéis usado sabréis que es una porquería. Tanto es así, que Dina, que es una perra por si no lo sabíais, le clavó un colmillo en un descuido de Facu y un chorrito de combustible comenzó a brotar. ¡PONLE EL DEDO! ¡¡¡PONLE EL DEDO!!!
En fin, llegamos al coche con un poco menos de lo que habíamos pagado y, tras rellenar el depósito, no arrancaba. Le había entrado aire en el motor. Tuve que ir al taller andando para avisar al encargado de lo que había pasado. Vino amablemente y no me cobró por resucitar el coche. Y nos fuimos de viaje (tengo vídeos de casi todas estas cosas en mi canal).


Las dos mochileras alemanas

La siguiente vez que el coche me dejó tirado estaba yo en Almería, con mi amigo Facu. Acabábamos de bautizarnos como buceadores (vídeo - post) y volvíamos en coche por un sendero de tierra entre colinas secas tras pasar un par de horas buscando una supuesta cueva submarina bajo la casa del francés. Vimos a dos mochileras y reduje la marcha para preguntarles si querían que les llevásemos. Nos dijeron que sí, apagué el motor, eché el freno de mano y Facu y yo nos dispusimos a despejar los asientos traseros, ocupados por cosas varias, como sábanas, comida, paquetes de patatas, latas vacías... Cuando conseguimos trasladar todo al maletero y se montaron las dos mochileras (alemanas) CON SUS DOS MOCHILOTES ENCIMA (estaban a presión), intenté arrancar el coche y parecía un disco rayado. No terminaba de cuajar. Y eso de sopetón. No había dado ningún problema antes.
El caso es que salimos todos del coche, las alemanas se liaron un cigarrito para la espera, comprobé los niveles de aceite, volví a intentar arrancar e hice todo lo poco más que sabía hacer. Pero nada. Nos habíamos quedado tirados en medio de la nada.

Seraina y Ei.

Tenía los papeles del seguro y tal para llamar a la grúa en la parte trasera, así que extraje la llave y me la llevé al maletero para meterla allí. Según entendí más tarde esa fue la clave. No había pillado bien el contacto o algo. Cuando volví a probar a la desesperada antes de llamar a la grúa arrancó. No quise ni apagarlo mientras volvíamos a montarnos dentro y tal.

El embrague ha desaparecido

Haciendo yo autostop en Francia conocí a Pierre, con el que estuve dos días viajando. Él está dando la vuelta al mundo durante un año sabático (antes de empezar la universidad). En su ruta de viaje estaba España y concretamente Sevilla, así que quedamos en que cuando llegase me avisaría, así que, dos semanas después de que yo volviese de Francia apareció por aquí y se nos ocurrió la idea de hacer un tour de fin de semana por Andalucía que incluía Córdoba, Granada y el Cabo de Gata en Almería. El caso es que, sin venir a cuento, en todo el centro histórico de Córdoba, al pisar el embrague se escondió dentro y no quiso volver a aparecer el muy cerdo.
Tuve que calar el coche a propósito para pararlo y tuvimos que arrastrarlo hasta una desviación porque en esa calle no entraba un alfiler. Esta vez si que hubo que llamar a la grúa. Y vino un todoterreno a remolcarnos porque la grúa no entraba en la calle.
Pensábamos que nos quedábamos sin viaje pero por suerte el arreglo fue muy tonto y por solo 30 euros pudimos continuar el viaje. Esto hizo que acabásemos acampando a las 2 de la mañana, ya que a pesar de todo mantuvimos el plan inicial.


El depósito se ha vuelto a evaporar

Si me voy de viaje un viernes, normalmente tengo que esperar a que mi madre venga del trabajo y me deje el coche. Pues el mismo viernes por la mañana me despertó mi padre con una "noticia buena" y otra mala. La buena era que mi madre se había ido en el coche grande (en el que yo no tengo seguro), y la mala que el chico, estaba sin una gota de gasolina. Os ahorro el proceso de arreglo porque ya lo conocéis. Sí, también tuvo que venir el del taller.


La maldita ventana

Esta anécdota va de extra porque se me ha olvidado mencionarla. En nuestro viaje a Tabernas (Misión Coyote) se rompió el sistema que subía la ventana del copiloto y tuvimos que subirla a pulso y clavar una navaja para fijarla, ya que teníamos que dejar el coche en la calle por la noche y no podía estar abierto.

¡Espero no tener que volver a escribir de esto por aquí!

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